Hace 20 años no existía el email, la herramienta de comunicación más utilizada en la actualidad. Hoy en día es difícil creer que una persona pudiera trabajar sin tener que consultar varias veces al día su correo electrónico para asegurarse de llevar todos sus asuntos al día.
Nadie duda que el email es de gran utilidad, pero estamos empezando a abusar de él. Cualquier tema que queremos tratar lo hacemos a través del correo electrónico cuando muchas veces lo resolveríamos con una simple llamada. Es cierto que nos da más anonimato, nos permite reflexionar más sobre la manera en qué queremos decirlo o guardar la información, pero se está llegando al extremo en qué perdemos ciertas habilidades interpersonales que anteriormente eran mucho más comunes.
Esto nos lleva a plantearnos por qué en tan pocos años el correo electrónico ha pasado de no existir a ser el centro de nuestra vida.
Sus orígenes
Aunque cueste creer, el email es previo a Internet. De hecho fue una herramienta clave en su creación. En 1961 tuvo lugar en el MIT (Masachusset Institute of Technology) una demostración que exhibió un sistema donde varios usuarios podrían entrar a un IBM 7094 desde dispositivos remotos. Este sistema facilitaba el almacenamiento de archivos en el disco del ordenador.
Pero no es hasta 1965 que el correo electrónico se empezó a utilizar. El primer dispositivo en hacerlo fue un ordenado compartido. Tan sólo tardó un año en extenderse para utilizarse a través de Internet. Y fue en 1971 que Ray Tomlinson inventó la @, símbolo que permite separar el usuario del ordenador donde se aloja su casilla de correo.
La introducción del correo electrónico en el mundo laboral supuso una gran revolución en la forma de comunicarse y, a su vez, ayudó a producirse un considerable aumento de la productividad.
Víctimas del email
Después de un crecimiento exponencial de la productividad hemos llegado a una época en qué el email mengua nuestra productividad en lugar de mejorarla, como ocurría en sus inicios.
Nos hemos convertido en victimas del email. Lo consultamos varias veces al día, estamos constantemente pendientes de si nos llega una información u otra, perdemos tiempo navegando por sus múltiples pestañas… En definitiva, hacemos un excesivo y mal uso de él.
Existen dos motivos clave que convierten el correo electrónico en un lastre para nuestra productividad.
El primer motivo es el exceso de información no relevante que recibimos a través de este. Nuestro cerebro absorbe toda la información que nos llega y es tal la cantidad de emails con información no relevante que recibimos que genera falta de atención y puede acarrearnos consecuencias negativas.
El segundo motivo, derivado del primero, es la multitarea. Cuando cambiamos de tarea nuestro cerebro necesita recuperar información para poder empezar con la siguiente y por eso que la multitarea es tan poco eficiente. Cambiar de una tarea a otra nos hace activar distintas áreas del cerebro y para ello se requiere tiempo.
Estos motivos hacen del email una importante fuga de productividad, pero existen infinidad de trucos y herramientas que nos ayudan a evitarlo y cada vez más son las empresas que se suman a seguirlos para que sus trabajadores sean más efectivos.
Resumiendo: la revolución de la información, sus costes cero y la necesidad de tenerlo todo por escrito han hecho del email la herramienta comunicativa por excelencia en nuestro día a día.
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