Habitos que afecten tu productividad
Los responsables, en gran medida, de nuestro éxito productivo son nuestros hábitos. Si tenemos unos buenos hábitos de base conseguiremos llegar lejos y alcanzar aquellos objetivos que nos hayamos marcado. Sin buenos hábitos de nada nos servirá tener el mejor Software o las mejores herramientas de productividad.
“Los malos hábitos tapan todo lo bueno que tienes y eres. Los malos hábitos te hacen peor.” (Roberto Pena, Thinkwasabi)
Conseguir buenos hábitos no es tarea fácil, y cambiar los malos tampoco. Es por eso que primero debemos identificar aquellos hábitos que nos resultar perjudiciales para intentar mejorarlos y/o cambiarlos. A continuación tenéis una lista con los malos hábitos más comunes entre aquellas personas que quieren mejorar su productividad personal.
Utilizar las horas más productivas en tareas no productivas.
Mirar el correo electrónico, hacer llamadas, convocar o asistir a reuniones… son tareas que no requieren mucha energía y a las que solemos dedicarle las horas de mayor productividad. Es mejorar que nos centremos en una tarea importante y le dediquemos la energía de la mañana para acabarla.
Trabajar con interrupciones constantes.
El teléfono es nuestro peor enemigo: una llamada a primera hora, un WhatsApp a media mañana, etc. Las interrupciones nos impiden realizar nuestro trabajo. Por eso, lo mejor es hacer una buena gestión de las interrupciones e intentar que nos afecten en la menor medida posible.
No respetar nuestro horario.
Ya sea porque no hemos acabado una tarea importante que debíamos acabar o porque nos ha surgido otra muy importante que requiere nuestra atención inmediata, casi siempre dedicamos más horas de las que deberíamos al trabajo. Esto merma nuestra productividad y rompe nuestra disciplina, por lo que debemos hacer una buena gestión de nuestro tiempo y ceñirnos a nuestro horario.
No asignar el tiempo necesario a cada tarea.
Muchas veces cuando planificamos nuestra jornada no tenemos en cuenta las interrupciones o dificultades que nos puede generar una tarea y marcamos tiempos muy ajustados para cada tarea. Esto nos hace ir todo el día con prisa y que no le dediquemos la atención que se merece cada tarea.
Revisar el correo constantemente.
El “síndrome del chequeo constante” impide que empecemos y acabemos una tarea sin que hayamos revisado varias veces nuestro correo. No establecer unos tiempos de revisión del correo y estar pendiente de él todo el día resta nuestra productividad y da la sensación a los demás que siempre responderemos al instante a su email.
Realizar varias tareas a la vez.
Saltar de una tarea a otra y realizarlas “a la vez” hace que perdamos una importante cantidad de tiempo debido a que nuestro cerebro no es multitarea. Cada vez que cambiamos de tarea nuestro cerebro “se enciende y se apaga” interrumpiendo nuestra concentración, lo que nos llevará a hacer la tarea con una baja concentración y cometer errores.
No descansar durante la jornada laboral.
Nuestro cerebro y nuestro cuerpo necesitan descansar y si los acribillamos con tareas constantemente llega un punto en el que se saturan y no dan lo mejor de sí. Para evitar esto lo más recomendable es programar breves descansos después de finalizar cada una de las tareas.
Asistir o convocar reuniones improductivas.
En España, algunas personas sufren de “reunionitis” y buscan cualquier excusa para convocar una reunión. Las reuniones no programadas, sin una preparación y objetivo claro, y sin un límite de tiempo son, en la mayoría de ocasiones, un mal hábito. A las reuniones hay que asistir con un objetivo claro, documentado y preparado. Es de vital importancia que todo el mundo sea puntual, así no se retrasará más de lo imprescindible. Y si creemos que la reunión no nos aportará nada nuevo o interesante, lo mejor es justificar nuestra ausencia y decir que no.
Los hábitos forman parte de nuestra rutina y por ello debemos ir trabajándolos día a día. Una vez ya identificados tenemos que buscar cual es la mejor manera para cambiarlos y/o mejorarlos y, así, aumentar nuestra productividad.
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